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La obesidad: Una crisis de salud pública que demanda una respuesta colectiva.

La obesidad es una enfermedad crónica y una crisis de salud pública. Descubre por qué va más allá de la voluntad individual y qué soluciones colectivas se necesitan urgentemente.

Opinión
Hace 8 días

A menudo, discutimos la obesidad en términos estéticos o como una cuestión de voluntad individual. Sin embargo, reducir este problema a esos factores no sólo es simplista, sino peligrosamente incorrecto. La obesidad es una enfermedad crónica, compleja y multifactorial que se ha convertido en una de las crisis de salud pública más apremiantes de nuestro tiempo. Las cifras, proporcionadas por autoridades sanitarias globales como la Organización Mundial de la Salud (OMS), son elocuentes y alarmantes: desde 1975, la obesidad se ha casi triplicado en todo el mundo. Millones de personas adultas y, de forma aún más preocupante, niños y adolescentes, viven con esta condición, que actúa como una puerta de entrada a otras enfermedades devastadoras.

Lejos de ser simplemente el resultado de un desequilibrio entre las calorías consumidas y las gastadas, la obesidad es un padecimiento con profundas raíces fisiológicas y ambientales. Como bien explican recursos especializados como el Manual MSD (Merck Sharp & Dohme), en la obesidad intervienen alteraciones en el complejo sistema que regula nuestro apetito y nuestro almacenamiento de energía. Factores genéticos, hormonales y neurológicos se entrelazan, haciendo que para muchas personas mantener un peso saludable sea una batalla cuesta arriba contra su propia biología.

Pero si la biología carga el arma, es el entorno quien aprieta el gatillo. Vivimos en lo que la OMS define como "ambientes obesogénicos". Estos son entornos que promueven de manera constante y agresiva el consumo de alimentos ultraprocesados, altos en grasas, azúcares y sal, mientras dificultan la actividad física regular. La urbanización, el sedentarismo laboral, la publicidad masiva de comida chatarra y el alto costo de los alimentos frescos y nutritivos crean una tormenta perfecta. La voluntad individual se ve abrumada por un sistema diseñado para favorecer el exceso.

Las consecuencias de esta pandemia van mucho más allá de un número en la báscula. La obesidad es un factor de riesgo principal para una letanía de problemas de salud graves. Es el camino más directo hacia la diabetes tipo 2, las enfermedades cardiovasculares (como infartos y accidentes cerebrovasculares), ciertos tipos de cáncer y trastornos musculoesqueléticos como la osteoartritis. Documentos como los del Programa Nacional de Medicina de Sobrepeso y Obesidad del PRONAM en México subrayan el enorme impacto que tiene esta condición en la esperanza y la calidad de vida de las personas, además de representar una carga económica insostenible para los sistemas de salud.

Ante esta realidad, es imperativo cambiar el enfoque. Culpar y estigmatizar a la persona con obesidad no sólo es cruel, sino contraproducente. La narrativa debe virar de la responsabilidad exclusiva del individuo a la responsabilidad colectiva de la sociedad. Las soluciones individuales, como las dietas restrictivas y pasajeras, han demostrado ser ineficaces a largo plazo. Lo que necesitamos son políticas públicas valientes y decididas.

Es hora de que los gobiernos implementen medidas contundentes: etiquetados frontales de advertencia claros y sencillos en los alimentos (como los que ya se han adoptado en algunos países), la regulación estricta de la publicidad de productos no saludables dirigida a los niños, impuestos a las bebidas azucaradas y la promoción activa de la actividad física en escuelas y espacios públicos. Además, es crucial fortalecer los sistemas de salud primaria para la detección temprana, el control y el tratamiento integral de la obesidad, abordándola como la enfermedad crónica que es.

La lucha contra la obesidad no es una batalla que deba librarse en solitario. Es un desafío colectivo que exige una respuesta coordinada entre gobiernos, sector privado, comunidad médica y sociedad civil. Debemos desmontar los estigmas, comprender la complejidad de la enfermedad y construir entre todos un entorno que favorezca la salud en lugar de sabotearla. La vida de millones de personas depende de que actuemos con la urgencia y la determinación que esta crisis merece.