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El Jet Privado de Noroña: La metamorfosis del discurso de austeridad

El viaje de Gerardo Fernández Noroña en jet privado a Coahuila revela la contradicción entre su discurso de austeridad y sus privilegios.

Opinión
Hace 11 horas

Hay imágenes que valen más que mil discursos. Y la fotografía de Gerardo Fernández Noroña, Senador de la República y eterno cruzado de la "austeridad republicana", descendiendo de un jet privado en Torreón, Coahuila, es una de ellas. La imagen, que es parte de una investigación hecha y difundida por el diario Reforma, se ha vuelto viral no por mostrar un hecho delictivo, sino algo quizás más dañino en la política: la flagrante contradicción. Mientras el legislador del PT, disfrazado de morenista, ha construido su carrera parlamentaria denunciando los privilegios de la "mafia del poder" y abogando por una vida pública sobria, sus acciones parecen haberse elevado, literalmente, a otra altitud.

Este episodio no es un simple error de logística o un malentendido. Es la punta del iceberg de una cultura política donde el discurso moralizante funciona como un recurso retórico, no como un principio rector de la vida pública. El viaje en jet privado de Noroña para asistir a una asamblea informativa en Torreón es un símbolo potente de la metamorfosis que sufren muchos políticos cuando creen que sus actos no serán fiscalizados por la ciudadanía. Es la materialización de un doble estándar que hunde sus raíces en la impunidad y en la convicción de que las reglas que aplican para los demás no son las mismas que rigen para ellos.

La austeridad como bandera y el privilegio como práctica

Gerardo Fernández Noroña no es un político cualquiera. Es un personaje  que ha hecho de la confrontación y de la denuncia contra los excesos de la clase política su marca registrada. Sus intervenciones en la tribuna, siempre cargadas de dramatismo, suelen estar sazonadas con referencias a la "corrupción neoliberal" y a la necesidad de que los servidores públicos vivan con la modestia del "pueblo bueno" al que dicen representar. Este performance de austeridad, sin embargo, se desmorona cuando se contrasta con la evidencia de su viaje en una aeronave privada, un medio de transporte cuyo costo por hora de vuelo es inaccesible para ese mismo "pueblo" que invoca. Sin olvidar las camionetas Volvo que tanto le gustan y la casa de 12 millones de pesos en Tepoztlán

Según los reportes, el jet en el que viajó no era un vuelo comercial de primera clase —que ya sería objeto de cuestionamiento—, sino un avión privado, la máxima expresión de lujo y exclusividad en materia de transporte. La pregunta obligada es simple, directa y demoledora: ¿Era estrictamente necesario, para cumplir con su encargo de representación popular, utilizar un medio de transporte tan oneroso? La respuesta, evidentemente, es no. Existen vuelos comerciales que conectan la Ciudad de México con Torreón. Optar por la alternativa más lujosa y costosa no responde a una necesidad de eficiencia, sino a una elección basada en el privilegio y la comodidad.

Este acto desnuda la esencia de un problema mayor: la "austeridad republicana" ha sido, en la práctica, un eslogan vacío, un arma arrojadiza utilizada para descalificar a los adversarios, pero no un compromiso real asumido por quienes la predican. Noroña, al subir a ese avión, no solo viajó entre ciudades; transitó del mundo de las promesas al reino de los privilegios, y en ese trayecto perdió la credibilidad que con tanto esfuerzo había construido.

La ceguera ética y el silencio cómplice

Lo más revelador del caso no es la acción en sí, sino la reacción —o la falta de ella—. Hasta el momento, no se ha observado una autocrítica pública del diputado. Tampoco una explicación convincente que justifique el gasto o aclare quién lo pagó. ¿Fue pagado con recursos públicos? ¿Con dinero de su partido? ¿Con aportaciones privadas? El opacidad rodea el origen de los fondos, lo que añade otra capa de opacidad a un asunto que huele a conflicto de interés y a mal uso de recursos.

Este silencio es sintomático de una cultura de impunidad que normaliza los privilegios. Pareciera existir la creencia de que, por pertenecer a una corriente política que se autoproclama "transformadora", las acciones están automáticamente justificadas o, en el peor de los casos, serán perdonadas por una base electoral que mira para otro lado cuando sus líderes faltan a sus propias promesas. Esta dinámica es profundamente antidemocrática, pues erosiona la confianza en las instituciones y alimenta el cinismo ciudadano. Si aquellos que juraron combatir los excesos terminan replicándolos, ¿en quién se puede confiar?

El caso del jet de Noroña debería generar un rechazo unánime y una condena clara, incluso —y especialmente— desde las filas de su propio movimiento político. La coherencia es la base de la credibilidad moral. Si la "Cuarta Transformación" se sustenta en la idea de una ruptura con las prácticas del pasado, actos como este la ubican peligrosamente cerca de aquello que dice combatir. El silencio cómplice de sus aliados es tan dañino como el viaje mismo, porque legitima la doble moral y envía el mensaje de que los códigos éticos son flexibles para los amigos.

El daño real: La fractura de la confianza pública

Al final, el verdadero perjudicado no es Noroña, cuya imagen queda manchada, sino el ya debilitado tejido de la confianza pública. Cada vez que un político actúa de manera contradictoria, cada vez que predica una cosa y practica otra, contribuye a profundizar el divorcio entre la sociedad y sus representantes. El ciudadano de a pie, que se esfuerza por llegar a fin de mes, que recorta sus gastos en tiempos de inflación y que viaja en transporte público abarrotado, ve en estas imágenes la confirmación de que la política es un juego de hipócritas.

Este desencanto no es inocuo. Conduce a la apatía, a la abstención electoral y, en última instancia, a la crisis del sistema representativo. ¿Por qué debería un ciudadano tomarse en serio el discurso de la austeridad si quienes lo pronuncian viven en la opulencia? La respuesta es que no hay razón para hacerlo. La credibilidad se gana con actos, no con palabras. Y el acto de Noroña ha sido un disparo en el pie no solo a su propia carrera, sino a la ya escasa credibilidad de la clase política en su conjunto.

El aterrizaje forzoso de la coherencia

La imagen del jet privado de Noroña debe servir como un recordatorio contundente: en la era de la hiperconectividad y la fiscalización ciudadana, no hay espacio para el doble discurso. La política no puede ser un ejercicio de cinismo donde las consignas son para la galería y los privilegios son para la vida privada.

La ciudadanía merece representantes que no solo hablen de ética, sino que la practiquen. Que no solo den lecciones de austeridad, sino que vivan con modestia. Que entiendan que servir al público es un honor que conlleva una responsabilidad ejemplar. El viaje de Noroña en avión privado es el aterrizaje forzoso de su propia coherencia. Ojalá esta lección sirva para que él y todos los que ejercen un cargo público comprendan que, en la política verdaderamente transformadora, los hechos siempre terminan por pesar más que las palabras. Y en este caso, el hecho tuvo alas de lujo.