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México Sub-20: El Triunfo que Devuelve la Fe y la Identidad al Futbol Mexicano

En un momento donde el futbol mexicano adulto navega en un mar de dudas, donde la selección mayor parece haber extraviado su rumbo y su identidad, un grupo de jóvenes con la camiseta verde brillante en Indonesia ha plantado una bandera de esperanza

Opinión
Hace 4 días

La victoria de México sobre Marruecos por 1-0, un triunfo trabajado, sufrido pero merecido, es mucho más que un simple pase a los octavos de final de la Copa Mundial Sub-20. Es un recordatorio potente de que el talento en México no se ha extinguido, sino que ha estado esperando su oportunidad para brotar lejos de los reflectores mediáticos y las presiones desmedidas.

El partido en sí mismo fue un microcosmos de lo que significa ser mexicano en la cancha: empezar con ímpetu, sufrir en la tormenta, y encontrar en un instante de lucidez la recompensa al esfuerzo. El gol de Gilberto "Gil" Mora no fue una obra de arte aislada; fue la culminación de un proceso colectivo. Como bien señalan las crónicas, México dominó los primeros compases, encontró un muro defensivo marroquí, vio cómo el partido se cerraba y se volvía físico, e incluso tuvo que lidiar con la expulsión de un compañero. En ese contexto de adversidad, el tanto de Mora es un mensaje: el futbol mexicano, en su esencia, no ha perdido su capacidad para resolver cuando más se necesita.

Este equipo, dirigido por el estratega Édgar 'Chore' Mejía, está mostrando una cara del futbol nacional que añorábamos. Es un equipo con hambre, con entrega y, lo más importante, con una claridad táctica que a menudo brilla por su ausencia en las categorías superiores. No dependen de un solo astro; son un colectivo. Ante Marruecos, no fue solo Mora; fue la seguridad en el arco de Andrés Rojas, la serenidad en la defensa y el trabajo incansable en el medio campo para contrarrestar la férrea presión africana. Juegan como un equipo, no como un grupo de individuos. Esta es, quizás, la lección más valiosa que deja esta generación.

La figura de Gilberto Mora merece un párrafo aparte. No es el delantero centro goleador prototípico, sino un jugador de movimiento, de desmarques, de llegada al área en el momento justo. Su gol, un remate de primera instancia tras un rechace, es el fruto de un delantero que piensa, que anticipa. En ESPN se destaca su capacidad para aparecer en la zona de peligro. Mora representa a esa camada de futbolistas que han crecido en un entorno globalizado, con acceso a una formación más depurada, pero que no han perdido la picardía y la determinación que siempre caracterizaron al delantero mexicano.

Sin embargo, sería un error ver este triunfo solo en el plano deportivo. Su trascendencia es psicológica y social. El futbol en México es un termómetro del ánimo nacional. En los últimos años, el aficionado ha estado sumido en un ciclo de desencanto. El fracaso repetido de la selección absoluta, las polémicas internas en la Federación y la sensación de estancamiento habían creado un escepticismo generalizado. Esta victoria, este pase a octavos con solvencia y personalidad, actúa como un bálsamo. Le devuelve al fanático la posibilidad de soñar, de creer que hay un futuro beyond del presente gris. Le recuerda que en las fuerzas básicas, lejos de la sobrexposición, se está cocinando un cambio generacional prometedor.

El camino no será fácil. Octavos de final presenta un rival de mayor entidad, y cada paso que sigan será un examen más riguroso. Pero este equipo ya ha logrado algo crucial: ha reconectado con la afición. Ha demostrado que se puede jugar con intensidad, con orden y con corazón. Han mostrado una identidad que parecía perdida.

Al final, el mensaje que deja este México Sub-20 es de esperanza, pero también de responsabilidad. Es un recordatorio para los directivos del futbol mexicano: inviertan en estas categorías, cuiden a estos talentos, no los quemen prematuramente. La base está ahí. El talento existe. El triunfo sobre Marruecos no es un destino, es un punto de partida. Ojalé que el futbol mexicano, en su conjunto, sepa escuchar la lección que le están dando estos jóvenes: que con trabajo, humildad y un proyecto claro, se puede volver a competir con orgullo en cualquier parte del mundo. Han plantado una semilla; ahora es tarea de todos regarla para que algún día dé su fruto más grande.