El rugido característico de los motores de la Formula 1 no es solo el sonido del deporte motor de élite; es la banda sonora de un éxito económico rotundo para la Ciudad de México. Al cumplir una década en el Autódromo Hermanos Rodríguez, el Gran Premio ha demostrado ser mucho más que un espectáculo deportivo de fin de semana. Se ha consolidado como un poderoso motor de derrama económica, un imán de turismo internacional y una vitrina global para el país, cuyos beneficios tangibles justifican con creces la inversión pública y los trastornos logísticos que conlleva.
Las cifras, reportadas por medios como El CEO y El Economista, son elocuentes. Para la edición 2025, se estima una derrama económica de 20,800 millones de pesos para la Ciudad de México, un crecimiento sustancial respecto a los 152,799 millones de pesos que ha dejado en sus primeros diez años. Estas no son cifras abstractas; se traducen en hoteles llenos, restaurantes con listas de espera, trabajos temporales y contratos para proveedores locales. Desde el personal de seguridad hasta los equipos de limpieza, desde las agencias de publicidad hasta los vendedores de mercancía oficial, cientos de miles de personas se benefician directa e indirectamente de este evento de talla mundial.
El verdadero valor del Gran Premio, sin embargo, va más allá del impacto inmediato. Su poder como herramienta de construcción de marca para nuestro país es incalculable. Durante tres días, las cámaras de televisión que llegan a más de 200 países y territorios enfocan a la Ciudad de México. No solo muestran el circuito, sino que capturan imágenes aéreas de una metrópoli vibrante, moderna y llena de cultura. Este despliegue mediático que incluye horas de transmisión con un valor publicitario monumental, es una campaña promocional que ningún presupuesto de turismo podría pagar. Presenta a México como un destino capaz de organizar eventos de primer nivel, atrayendo no solo a aficionados al automovilismo, sino también a inversionistas y turistas de alto poder adquisitivo.
Comparar el costo de organización con la derrama económica es esencial para entender su viabilidad. Mientras que la inversión ronda los 2,500 millones de pesos (según cifras de ejercicios anteriores), la derrama supera holgadamente los 20,000 millones. Esta relación costo-beneficio, de aproximadamente 1 a 8, es excepcionalmente positiva. El evento se paga a sí mismo y genera un superávit significativo que se distribuye en la economía local. Además, la infraestructura utilizada –como mejoras viales y alumbrado alrededor del circuito– permanece como un legado para los habitantes de la ciudad.
El éxito de la F1 en México también reside en su perfecta simbiosis con la oferta cultural de la capital. Los aficionados extranjeros no vienen solo por la carrera; viven una experiencia integral. Asisten a conciertos, visitan museos, degustan la gastronomía local y contribuyen a dinamizar la llamada "economía naranja". El evento se ha convertido en un festival que integra deporte, música y cultura, amplificando su atractivo y su impacto económico.
Por supuesto, el evento no está exento de críticas. El tráfico, el ruido y la movilización de recursos de seguridad son costos sociales reales para los capitalinos. Sin embargo, estos son trastornos temporales y localizados que, cuando se gestionan con planificación, se minimizan. El desafío para las autoridades es mantener un equilibrio, asegurando que las molestias se reduzcan al máximo mientras se preservan y maximizan los enormes beneficios.
Mirando al futuro, la clave para México será no "dormirse en sus laureles". La competencia por albergar carreras de F1 es feroz. Para mantener el lugar en el calendario, es crucial seguir innovando, mejorando la experiencia del aficionado y demostrando un compromiso continuo. La renovación del contrato debe ser una prioridad de la política de turismo y promoción internacional del país.
A diez años de su regreso triunfal, el Gran Premio de México ha demostrado ser una apuesta ganadora. Es un claro ejemplo de cómo un megaevento deportivo, cuando se planifica y ejecuta con visión de largo plazo, puede trascender el ámbito del espectáculo para convertirse en una poderosa palanca de desarrollo económico, promoción turística y orgullo nacional. El rugido de los motores es, en realidad, el sonido del éxito de una ciudad que supo abrazar al mundo del deporte y convertirlo en una fuente de prosperidad compartida. La F1 no es un lujo; es una inversión inteligente que sigue rindiendo frutos para todos los mexicanos.