En el complejo tablero de la política mexicana, la figura de Ricardo Salinas Pliego emerge como un actor singular, cuya reciente incursión en el ámbito público trasciende el rol tradicional del empresario. A través de su “Movimiento Anticrimen y Anticorrupción” (MAAC) y sus constantes declaraciones, el magnate no solo critica al gobierno actual, sino que ejecuta un cuidadoso "jugueteo" con una posible candidatura presidencial para 2030. Este movimiento, sin embargo, dista de ser un mero capricho personal; es una estrategia multifacética que busca reposicionar sus intereses económicos, capitalizar el descontento social y reconfigurar el debilitado espacio de la oposición, todo bajo la sombra de un historial controvertido.
El lanzamiento de su movimiento en septiembre de 2025 marca un punto de inflexión. En teoría, este movimiento se presenta como una plataforma ciudadana contra lo que Salinas Pliego denomina "abusos del gobierno". Sin embargo, su estructura y retórica poseen un inconfundible aroma a campaña política prematura. Más que una convocatoria cívica desinteresada, parece el andamiaje inicial para construir una base social y probar las aguas de su propia viabilidad como figura de consenso opositor. Es un movimiento que, paradójicamente, utiliza la bandera de la libertad mientras es impulsado por uno de los hombres más poderosos y concentradores de la economía mexicana.
La táctica del coqueteo con la candidatura, es fundamental para entender su estrategia. Salinas Pliego no se lanza de lleno, sino que coquetea con la idea. Declaraciones como "haré lo que sea necesario", citada por Forbes México, en respuesta a preguntas sobre una candidatura en 2030, son calculadamente ambiguas. Este enfoque le ofrece múltiples ventajas: mantiene su nombre en la conversación pública, atrae la atención de medios y ciudadanos desencantados, y lo posiciona como un referente sin la necesidad de someterse aún al escrutinio formal que conlleva una candidatura declarada. Es una danza política donde la incertidumbre genera más poder e influencia que una postulación definida.
Detrás de esta fachada política yace una defensa férrea de sus intereses empresariales. El Grupo Salinas, con holdings en televisión (TV Azteca), banca (Banco Azteca), telecomunicaciones (Totalplay) y comercio minorista (Elektra), ha chocado frecuentemente con las políticas regulatorias y fiscales de la actual administración. Su batalla contra la reforma eléctrica, sus desacuerdos en materia fiscal y su oposición a lo que él considera un excesivo intervencionismo estatal, dibujan un trasfondo donde la aventura política aparece también como un escudo corporativo. Su movimiento no solo busca "libertades" abstractas, sino, muy concretamente, un clima de negocios más favorable a su conglomerado.
El contexto de una oposición fragmentada y sin liderazgos claros tras la derrota de 2024 le ofrece un espacio inmejorable. Salinas Pliego parece intentar llenar ese vacío. Apela directamente a un sector de la población desencantada tanto con el oficialismo como con los partidos opositores tradicionales, utilizando un discurso anti-políticos y pro-empresarial que resuena en ciertos estratos. Su capacidad para movilizar recursos propios y contar con una plataforma de comunicación masiva como TV Azteca lo convierte en un contendiente potencialmente formidable, capaz de saltarse las estructuras partidistas tradicionales.
No obstante, su camino hacia una candidatura seria está plagado de obstáculos formidables. Su pasado, incluyendo el escándalo de deuda con el Fobaproa y sus recurrentes enfrentamientos con reguladores, será sin duda un blanco constante. La pregunta de si un empresario con tanto poder económico e intereses tan específicos puede realmente representar el interés general de los mexicanos será central en el debate. Además, deberá demostrar que su movimiento puede trascender la figura de un solo hombre y convertirse en una fuerza política estructurada y con propuestas concretas más allá de las críticas.
La incursión de Ricardo Salinas Pliego en la política activa es un síntoma de los tiempos que corren. Refleja la erosión de los partidos tradicionales, la creciente influencia del poder económico en la esfera pública y el surgimiento de liderazgos personalistas que se construyen al margen de las instituciones. Su "jugueteo" es, por ahora, una jugada maestra que le permite influir en el debate nacional, defender sus imperios comerciales y posicionarse como una alternativa sin pagar el precio completo de ser un candidato oficial. Su movimiento es un experimento que prueba si la fortuna personal y el control mediático pueden traducirse directamente en poder político en el México del siglo XXI. El tablero está servido, y Salinas Pliego, más que un simple jugador, aspira a ser también quien escriba sus propias reglas.